AMLO quiere que se “mexicanice” Banamex

En un video que difundió el pasado jueves 13, López Obrador expresó su preferencia de que Banamex sea controlado por uno de los tres multimillonarios mexicanos (que antes de asumir el poder tachaba de “mafia del poder”) y no caiga en manos de un grupo extranjero que, según el mandatario, no reinvertiría sus ganancias en el país

La venta de Banamex por parte de Citigroup será sin duda una de las transacciones más importantes de este sexenio. Son múltiples las razones de la importancia que conlleva esta operación que tomará varios meses en concretarse y cuya conclusión podrá tomar una forma distinta a lo que se especula en estos días.

En primer lugar, el nombre. Banamex en una institución en el país. Se constituyó en 1884 mediante la fusión de dos bancos que habían nacido hacía pocos años, el Banco Nacional Mexicano y el Banco Mercantil Mexicano, que con todo y contar con el país en el nombre, surgieron a la luz de capital europeo y bajo el paraguas de consejeros franceses. Banamex fue expandiéndose con el tiempo hasta ocupar un lugar en la mente de los mexicanos.

Hoy Banamex cuenta con más de 1.700 sucursales, casi 18.000 corresponsales bancarios y 6.300 cajeros automáticos. Banamex tiene presencia en más de 1.300 localidades en donde vive 90% de los mexicanos. La venta, entre otras muchas cosas, incluye las sucursales y la marca, además de la licencia bancaria.

Más allá del nombre, Banamex es un jugador importante en el mercado financiero mexicano. El banco tenía alrededor del 20% del mercado a principios de los años 2000 y poco a poco fue disminuyendo su participación hasta cerca de 13% a finales del año pasado. Ya no es el Banamex que fue, pero sigue siendo importante. Hoy ocupa la cuarta posición en el mercado después de BBVA, Banorte y Santander. La operación implicará un reacomodo de las piezas en el sector bancario ante el cual la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE) y la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) estarán muy atentos para evitar más concentración de la existente en el sector financiero mexicano. Los bancos grandes quedarán fuera de la operación, precisamente por temas de competencia, pero para los más pequeños podría representar una oportunidad de crecer su presencia.

Los créditos al menudeo del banco representan alrededor de 45% de todos sus créditos. Las tarjetas de crédito son 18% del total, las hipotecas y créditos al consumo diferentes a las tarjetas alrededor de 13% y aquellos a pequeñas y medianas empresas representan alrededor de 6%.

Citi se deshará de toda la banca al menudeo o de la banca de consumo. Además de lo mencionado en los párrafos anteriores, también se pone a la venta la Afore y la aseguradora.

Aunque aún hay un rango enorme de precios al que podría ser vendido el “paquete Banamex”, fluctúando entre los 5 y los 16.000 millones de dólares, el monto de la operación no será menor y eso acota los posibles compradores. Citigroup compró Grupo Banamex-Accival en 2001 por 12.500.000 millones de dólares, un monto similar al que estaría recibiendo ahora por su venta, posiblemente.

Mucho se ha especulado ya sobre los potenciales adquirentes nacionales y extranjeros. El presidente ya expresó su deseo de que se “mexicanice” el banco más típicamente mexicano que hoy pertenece a Citigroup. Se ha llegado al extremo de que el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Pablo Gómez, sugiera, a través de un tuit, la participación del Estado en la compra del banco.

Anuncios de transacciones de esta importancia normalmente vienen acompañados de ambas partes de la operación: la venta y la compra. Este no fue el caso, así que se abrió la puerta a todo tipo de especulación. Incluso los anuncios de las operaciones similares que ha hecho Citigroup en Asia y en Latinoamérica informaban quiénes serían los compradores del negocio correspondiente. La incógnita sembró más incertidumbre.

Citigroup ha anunciado que vende el paquete completo (toda la marca Banamex con lo que ella incluye), sin embargo la probabilidad de que se fraccione sigue existiendo. Hay varias razones que permiten pensar que este será el caso: el precio, la concentración, los diferentes negocios, los inmuebles, incluso la misma colección de arte y patrimonio histórico. No sorpendería ver que la banca de consumo la adquiera un grupo, la Afore otro y quizás el acervo cultural otro.

La transacción es una de las más importantes de la historia económica del país, quizás la más importante que tendrá lugar en el sexenio del presidente López Obrador. Ojalá que en la operación prevalezcan los criterios de eficiencia, productividad y servicio en el mercado de crédito, uno de los principales motores de la actividad económica de cualquier país.

Tras su privatización en 1991 y su adquisición por Roberto Hernández Ramírez, su socio Alfredo Harp Helú (primo de Slim) y un grupo de accionistas, Banamex se convirtió en un refugio para multimillonarios mexicanos que surgieron durante las privatizaciones realizadas durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, entre ellos Pablo Aramburuzabala, Carlos Hank Rhon y Jorge Larrea Ortega.

Esta situación continuó después de su adquisición por el gigante estadunidense Citibank en 2001, en una operación de 12.5 mil millones de dólares que se llevó a cabo sin pagar impuestos: a la fecha, el Consejo de Administración de Banamex está integrado por los magnates Valentín Diez Morodo (su presidente), Emilio Azcárraga Jean (Televisa), Álvaro Fernández Garza (Alfa), Ricardo Martín Bringas (Soriana), Daniel Servitje Montull (Bimbo), Eduardo Tricio Haro (Lala), Juan Francisco Beckmann Vidal (José Cuervo), además de Harp y Hernández.

Carlos Slim Helú, Ricardo Salinas Pliego y Carlos Hank González, los tres magnates mexicanos que el presidente Andrés Manuel López Obrador destacó el pasado 13 de enero como posibles compradores de Banamex, representan la oligarquía que nació con negocios al amparo del poder y creció con favoritismos y vínculos privilegiados con los presidentes en turno.

Los grupos empresariales de estos tres magnates figuran entre los mayores beneficiarios de concesiones y contratos públicos durante los últimos sexenios, situación que continúa en el gobierno de López Obrador: en los primeros tres años de esta administración, las empresas de Slim recibieron por lo menos 38 mil 500 millones de pesos en contratos, las de la familia Hank ganaron por lo menos 32 mil millones de pesos, mientras que las de Salinas Pliego obtuvieron más de 13 mil millones de pesos del erario.

“Celebro que Ricardo Salinas Pliego haya manifestado su interés de comprarlo; él tiene ya Banco Azteca y yo creo que tiene los recursos suficientes para hacerlo. Lo mismo podría pensarse de Carlos Slim, de Inbursa; de Carlos Hank González, de Banorte; de otros”, dijo López Obrador desde su aislamiento por el covid-19.

Y para dejar claro que la decisión sobre el próximo comprador del cuarto banco más importante del país deberá pasar por Palacio Nacional, añadió: “Desde luego, esto no significa impedir que (extranjeros) participen en la convocatoria, subasta, en la licitación; nosotros no estamos cerrados, no somos chovinistas, no estamos en contra de los extranjeros, pero sí nos gustaría que se mexicanizara este banco”.

Después de mencionar a los magnates, López Obrador también resaltó que le mandó un “recado” a José Javier Garza Calderón, fundador nuevoleonés de la asociación civil Empresarios por la Cuarta Transformación, y señaló (sin darle mayor importancia) que “ellos podrían también, junto con otros inversionistas, reunirse para comprar el banco”.

Slim, Salinas Pliego y Roberto González Barrera (abuelo de Carlos Hank González) llegaron a la lista de multimillonarios de Forbes durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari: el primero obtuvo Teléfonos de México, el segundo Imevisión, que convertiría en TV Azteca, y el tercero adquirió Banorte.

No han dejado de crecer desde ese momento gracias a sus relaciones con los presidentes en turno, incluyendo a López Obrador.

El grupo empresarial de Slim tiene pendiente el colapso de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México; el de Salinas Pliego debe 39 mil 470 millones de pesos al Servicio de Administración Tributaria (SAT) y aclaraciones sobre su participación en la operación de Grupo Fertinal; y el de Hank arrastra las acusaciones de corrupción sobre su familia paterna y sus vínculos con el PRI de antaño.

Además de ejercer durante dos décadas un monopolio sobre las telecomunicaciones –y cobrar tarifas excesivas a los usuarios–, Slim se convirtió en uno de los principales contratistas de gobierno en los sectores de construcción, seguros, telecomunicaciones y el energético, y permanece como el principal proveedor de la llamada Cuarta Transformación.

Durante los primeros tres años de gobierno, la relación de Slim con López Obrador se ha estrechado. El pasado 27 de diciembre el mandatario se refirió al magnate como “amigo y buen empresario”. Previamente, el 23 y el 29 de junio –en medio de los señalamientos a Cicsa, de Grupo Carso, por su presunta responsabilidad en el ­trágico accidente de la Línea 12 del Metro– Slim se reunió en Palacio Nacional con el presidente y con la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Al finalizar la segunda reunión el hombre más rico del país anunció que su empresa se hará cargo de las obras de reparación de esa línea. La Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México se ha abstenido de ­imputar a la constructora de Slim por las fallas en la construcción de dicho tramo del Metro.

Hank González, por su parte, heredó del gigante financiero Banorte de su abuelo, y en julio de 2018, días después del triunfo de López Obrador, concretó la absorción del banco Interacciones, fundado por su padre Carlos Hank Rhon. Con esta fusión, Banorte se convirtió en un banco XXX, pues Hank Rhon jugaba con sus influencias en los gobiernos federal y estatales para otorgarles préstamos.

A su vez, Hank Rhon es hijo del exgobernador mexiquense Carlos Hank González, destacado priista originario de Atlacomulco, un municipio que dio su nombre al grupo de poder del PRI integrado por Salinas de Gortari, Arturo Montiel, Enrique Peña Nieto y otros políticos envueltos en acusaciones de corrupción.

De los tres magnates avalados por López Obrador, el más ruidoso en torno a Banamex fue Salinas Pliego. Como parte de su estrategia de imagen pública, el dueño del Grupo Salinas lanzó una serie de publicaciones provocativas en su muy activa cuenta de Twitter, donde expresó su interés para comprar el banco, al que se refirió como “changarro”.

El magnate también ganó sexenio tras sexenio desde el periodo de Salinas de Gortari: tras la compra de Imevisión gracias, entre otros, a un préstamo secreto de 30 millones de dólares de Raúl Salinas de Gortari (el “hermano incómodo” del entonces presidente), el magnate creó TV Azteca e ingresó a la lista de multimillonarios de Forbes, de la que no salió desde ese entonces.

En las últimas décadas el empresario y su grupo corporativo han participado en operaciones cuestionables, que implicaron la elusión de miles de millones de pesos en impuestos en el desmantelamiento de Mexicana de Aviación, durante el sexenio de Felipe Calderón, y la venta a sobrecosto de Grupo Fertinal a Pemex durante la administración de Enrique Peña Nieto, ambos documentados por Proceso.

En el tema fiscal, tanto Salinas Pliego como Slim sacaron grandes ventajas en los sexenios de Calderón y Peña Nieto: de acuerdo con los datos ­transparentados por la organización Fundar, las empresas de Slim se beneficiaron de por lo menos 13 mil 294 millones de pesos de condonaciones de impuestos y las de Salinas Pliego de 6 mil 833 millones de pesos. Banamex obtuvo condonaciones de por lo menos 9 mil 918 millones de pesos, mientras que las empresas de Hank González se han amparado para evitar que el SAT dé a conocer los montos que les fueron condonados.

Ironía del asunto: López Obrador adelantó que la próxima operación de compra de Banamex “dejaría también impuestos, miles de millones de pesos entrarían a la hacienda pública para el desarrollo del país, para que ese presupuesto siga destinándose al bienestar de nuestro pueblo para mantener la paz y la tranquilidad, en el entendido de que la paz es fruto de la justicia”.

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